Desde pequeña, mi hija tenía congestión nasal, vivía en la Ciudad de México y lo asocié a la contaminación. Cuando empezamos a vivir en Puebla, la congestión persistió, lo asocié con la ceniza que ocasionalmente emitía el volcán; hasta que a los 12 años presentó neumonía que ameritó hospitalizarla.
Desde ese momento comenzó la mayor cantidad de problemas, hacer ejercicio era extenuante para ella, así fueran las actividades de educación física en su escuela. En la preparatoria, las cosas empeoraron, siempre había flema, moco y al subir la escaleras siempre había tos. Requirió medicamentos inhalados indicados por un neumólogo, los síntomas mejoraron, pero nunca desaparecieron. Al ingresar a la universidad, dónde había todavía más vegetación, todo empeoró, siempre había tos, las pláticas habituales se veían interrumpidas por la tos y cada vez era peor la congestión nasal.
Decidí llevarla con la Dra. Lupita, quien realizó una exploración exhaustiva, pruebas de alergia y resulta que el pelo de gato, el pino, y el pasto eran los causantes de todos sus problemas. Iniciamos inmediatamente la terapia con vacunas, medicamento inhalado y nasal, además de antihistamínicos. La mejoría fue notoria casi de manera inmediata. Hemos acudido a controles regulares y prácticamente desde hace un año y medio mi hija no requiere medicamentos ni inhalado ni tomado, solo su vacuna. No ha tenido tos, puede nadar y realizar actividades sin tener que detenerse por accesos de tos o dificultad respiratoria.